En casi cualquier manual de investigación la recomendación es que la introducción, a pesar de que aparece al principio del escrito es la última parte de éste que se produce; y eso es cierto, es también a la parte del texto que más se le prestará atención en tanto condensa la comprensión y el trabajo del autor sobre su propia obra.
Como en cualquier escrito, las definiciones primero: la introducción es lo primero que se lee y posiblemente lo último si es que no muestra nada que sea interesante. Debe contener los principales destellos y un esbozo de lo que se encontrará en el texto.
Los textos académicos, independientemente de su extensión, tienen en la introducción una mención acerca de lo que contiene el texto, cómo fue logrado, por qué fue escrito, para qué fue desarrollado y quién lo hace; las dos últimas son opcionales pero las tres primeras son indispensables.
Una parte fundamental dentro de la introducción es mencionar eso que hace resaltar al texto, un poco dentro del para qué se hace y qué contiene, lo que en últimas es mostrar la conclusión principal o hallazgo más significativo. Esto es un contenido que no se puede adivinar antes de terminar el documento, incluso merece que la versión final de la introducción se redacte algunos días o semanas después de terminadas las conclusiones.
Pero también puede ser un instrumento de planeación útil para el trabajo que se realizará. Escribir una introducción en las etapas iniciales del desarrollo de la investigación puede mostrar un mapa de ruta a futuro y también revela a todos los participantes en el escrito, las expectativas que se tienen sobre éste. Una introducción, como ejercicio que luego tendrá que ser repetido para las versiones finales de la tesis o artículo, es muy útil para mantener el enfoque inicial y no perderse en argumentos accesorios.
Desde mi tesis de maestría es un método que he usado con éxito en repetidas ocasiones.
